
Historia de Vida
Hace un tiempo comprendí que la primera enseñanza de lo que era el servicio, me la había dado mi padre cuando tenía unos ocho años de edad. Él nos llevaba a mi hermana y a mí a un hogar de niños y adultos con diferentes situaciones de salud.
Yo vengo de una familia muy desordenada emocionalmente, donde era frecuente la violencia, el hambre y la soledad; con una mamá ausente, once hermanos que por distintas circunstancias crecimos todos separados y un papá con adicción al alcohol. Pero a pesar de este desorden supe ver lo que mi papá me dejaba como enseñanza cuando compraba las más deliciosas galletitas para ir a visitar el hogar.
Llegábamos para ayudar a preparar el té y servíamos felices la mesa poniendo cada taza acompañada de galletitas, nosotras lo vivíamos como un juego. Aún recuerdo las caritas de alegría de aquellas personitas al vernos.
También pasábamos por los pabellones a saludar a quienes no podían moverse de sus camas, compartíamos con ellos de una manera diferente con una sonrisa, una mirada, una caricia y en una camita nos deteníamos a darle cuerda a una cajita de música, era algo fabuloso nadie de nosotras tenía una y esa era la oportunidad de ver bailar a la bailarina al ritmo de la melodía.
Quiero resaltar que tuve dos opciones para elegir: haberme quedado con el pensamiento de qué injusto era mi papá cuando compraba para otros cuando nosotros no teníamos para comer o haber tomado el mensaje que él quería enseñarnos. Más allá de su dolor y tristeza él pensaba que había alguien que necesitaba más.
Y así comenzó para mí el camino del servicio el cual sigo transitando y seguiré, porque no veo la vida de otra forma.
Blanca