Alcanzar la Compasión

La compasión existe desde antes que nosotros. No se nos impone, sino que es algo en lo que entramos. Tenemos que volver a la compasión, y la única manera es seguir el camino de la vida con amor.

El amor selectivo que le dirijo a quien a mí me conviene me limita para vivirla. 

Tal vez pueda vivir una compasión selectiva por determinadas personas, mis hijos por ejemplo. Pero es posible ir más allá. Mis limitaciones son las que me impiden conocer y comprender el alcance y el significado de la compasión y la dimensión infinita que llega a tener el amor.

En la medida en que uno lo va viviendo comienzan a surgir palabras que buscan de expresarse desde esa compasión que uno está sintiendo. Esas palabras compasivas no intentan definir la compasión, sino llegar a la vida de las personas y atender su necesidad. No quiero conocer la compasión para definirla, quiero alcanzarla para poder llegar a los demás. 

Si pienso no solo en los logros sino en las penas que el otro tiene, me inspira más a la compasión. Pienso en sus carencias y ahí veo el dolor y el sufrimiento. Eso me conmueve más y es un estímulo para, a través de la compasión, reflexionar sobre qué puedo hacer para ayudarle a tener logros que son más valiosos que aquellos materiales que tanto impresionan. 

A veces los momentos difíciles que pasamos nos golpean, nos introducen en crisis de las que no sabemos cómo salir, pero esas experiencias son indispensables para poder llegar a comprender a los demás. Es difícil que tengamos compasión si no sentimos el dolor del prójimo como propio.

No pensemos que la compasión es no tener más dolor o no sentir dolor por los demás.

Un maestro, cuando viene a la Tierra, el dolor que siente por los demás es mayor que cualquier dolor que pueda llegar a pasar él físicamente.

El amor dice: yo estaré siempre ahí para que se sirvan de mí como una luz, para que vean cómo llevar adelante sus vidas, pueda servirles de guía y aprendan de esa experiencia. Pero que no usen al amor para los momentos difíciles en los que se introdujeron por ceguera. Hay que buscar salir de la ceguera para ver qué es lo que está pasando. 

Cuando uno está ante Dios puede desde el ego entretenerse con su música divina y con los ángeles cantando una alabanza constante. El espíritu de alguien que se hace humilde puede aprovechar esa oportunidad para ver su realidad en donde la luz de Dios está tocando su vida. Cuando uno se mira a sí mismo ante Dios y su luz nos da, puede ver en sus miserias. 

Lo que me lleva a estar mal en la vida muchas veces son mis miserias, no la ausencia de luz de Dios. Cuando las combato esa luz toma protagonismo en mí. Está ahí, quiere entrar, pero no puede porque en mi libre albedrío sostengo miserias.  

Despertar la conciencia es reconocer que hay miserias, reconocer que cometemos errores, asumirlos, observarlos con amor y buscar de con amor trascenderlos. No podemos cambiar el pasado, podemos aprender mucho de él para no repetir los errores en este presente. La manera de no repetirlos es aprendiendo de ellos, corrigiendo nuestra conducta y de esa manera a través de la atención sostener lo aprendido. 

Todo lo que voy aprendiendo tiene que ser aceite que se introduce en la lámpara para que se mantenga encendida la luz, que cada vez con mayor intensidad ilumine y así empezar a tener un campo de visión más amplio: ese es el trabajo. 

Daniel Ferminades – 230306