¿Cómo aprendemos a perdonar?

Primero tendríamos que aprender a perdonarnos nosotros,  tomando conciencia de lo que hemos hecho, y de las consecuencias para nuestra vida y para la salud, el equilibrio y la armonía en la relación con los demás.

La comprensión del alcance de lo que cada uno de nosotros hace nos ayuda a tomar conciencia, y tener las cosas en claro nos permite decidir si queremos seguir actuando así o tenemos que cambiar algo en nuestra vida.

Si decidimos cambiar, tenemos que prestar mucha atención a lo que hacemos para no volver a cometer los mismos errores. Al producir un cambio y comprometernos con él, podremos encontrar alivio sobre lo que hemos hecho. Si no, siempre cargaremos con culpa y difícilmente podremos llegar a perdonarnos.

Si no podemos perdonar lo que hemos hecho o consideramos que no tenemos nada que perdonar porque no hemos hecho nada que ocasione daño, no tenemos noción de lo que es el perdón.

Uno puede perdonar a una persona cuando entiende que no sabe lo que hace. Hay quienes hacen cosas con el fin de obtener lo que quieren aunque dañen a otros, pero en lo profundo de su ser no saben lo que hacen. Y si bien es el otro quien en un lamento expresa su dolor, quien primero se daña y sale herido es quien generó la situación. El que hiere, el que causa dolor es quien más sufre. Si no toma conciencia de lo que está generando, difícilmente vaya a tener claridad del daño que ocasiona lo que hace, porque tan sólo va detrás de lo que quiere.

Para perdonar uno tiene que perdonarse a sí mismo. Tiene que comprender que asumió una responsabilidad a la hora de tomar conciencia de lo que ha hecho y no debe volver a realizarlo. Para eso, hay que estar constantemente atentos.

Vivir en Compasión.

Tenemos que hacernos fuertes en el amor y considerar desde el amor a todos los demás.  Así vamos acercándonos a comprender y a vivir lo que es la compasión, que es considerar toda forma de vida como se considera la propia.

En este mundo no estamos tan solo  para obtener lo que queremos, sino para buscar lo que necesitamos para ir superándonos, y precisamente esto que vamos alcanzando es lo que tenemos para compartir con los demás que están en ese camino de superación.

El sentimiento de culpa y no encontrar el perdón es una carga grande, porque lo hecho no se puede cambiar. Si bien no puedo cambiar lo que he hecho, sí puedo cambiar comprometiéndome para dejar de hacerlo.

Cuando  observo  con amor dejo de ocasionar dolor, no solo a mi vida, sino también a los demás. Entonces ya no tendré de qué arrepentirme.

Aunque no nos guste enfrentar problemas ellos traen una respuesta, una solución que es un regalo para el espíritu. Regalo en cuanto a lo valioso que es lo que podemos extraer de ese problema. Por supuesto que al obtener la solución hemos podido resolverlo, así que no nos aquejará más. La solución será lo que tenemos para compartir si vivimos en función de ese amor. El amor es servicio, el amor es compartir, pero una cosa es compartir lo que pienso y otra cosa es compartir lo que he ido consiguiendo. Eso sí es algo que puedo entregar.

Cuando uno vive lo que piensa, encuentra las palabras para expresarlo porque lo está viviendo y sabe de qué habla. Cuando uno habla de lo que cree o de lo que otros dicen, tiene que ver qué palabras utiliza para que se pueda entender lo que está queriendo decir sin tener plena conciencia. Uno no irradia en función de lo que habla porque lo que habla es intelectual y no es encarnado en el corazón, entonces no está esa irradiación amorosa que acompaña a la palabra, porque la irradiación llega a ser captada y percibida por todos los corazones cuando es pura del corazón. Como no todos lo distinguen o reconocen como algo de valor para su persona o para su espíritu, se generan diferencias por no entender de la misma manera lo que estamos tratando. Esto nos ocasiona dolor. Tenemos que aprender a vivir con ese dolor y ahí surge lo que es el perdonar.

Perdonar es ofrecer la otra mejilla setenta veces siete, es decir “todas las veces que sean necesarias”.

La necesidad de un cambio.

Hay que cambiar muchas  cosas en nuestra vida para poder poner esa otra mejilla, para aprender lo que es perdonar. Todo esto tiene que ver con tener en claro que ningún espíritu viene a este mundo a dañar ni a hacer nada que sea de mal para nadie, y menos aún para sí mismo. Pero el mal que hacemos que nos puede dañar en espíritu, oscurece nuestra mente, oscurece nuestro Corazón y los pensamientos ya no son claros.

Tener en claro estas cosas puede ser más o menos fácil, pero cuando nos invade el desequilibrio y estamos en una situación en la cual nos molestamos con otra persona y reaccionamos, es difícil recordar que no se deben hacer las cosas de esa manera. Al caer entramos en un terreno en donde nos invade nuestra personalidad, entonces vemos todo oscuro y así el ego proyecta lo que es su propósito, que es hacer justicia o  buscar venganza para que nos sintamos bien y en paz.

Tenemos un justificativo para todo lo que hacemos, o por lo menos para muchas cosas que hacemos mal.

Cuando estoy juzgando a otra persona sin considerar que no sabe lo que hace, no me doy la oportunidad de poner amor. No se trata de esperar que aparezca la situación que me demande poner amor, sino  de vivir pensando todo en función del amor. Todo lo que tengo que hacer a diario, trabajo, familia, amistades, todo tengo que hacerlo con amor.

El amor es la fortaleza del espíritu.

En el mundo parece ser que el amor es la debilidad de la carne porque más allá del amor material que podemos entender, la gente muchas veces dice que se puede hacer el amor. El amor nace en nosotros, no se puede hacer en un momento. Nace y crece en nosotros en la medida en que estamos haciendo el esfuerzo por ponerlo de manifiesto en nuestra obra, aún frente a las situaciones que nos desagrada tener que tratar.

La vida es un trabajo, no es algo que tan solo  pasa y que el Cielo nos ha regalado, es un trabajo que tenemos que llevar adelante eternamente.

Ese camino de amor que tenemos que recorrer es elección nuestra y es por eso que tenemos libre albedrío, es un camino y una vida de compromisos. Debemos asumir que tenemos una responsabilidad y que tenemos que estar dispuestos, con osadía, a encarar lo que se presente. Ser osados no significa salir a batallar con nadie, es estar dispuestos a enfrentar lo que se presenta amorosamente.

La realidad del espíritu es que cuando recibimos una agresión y eso nos hiere, ese dolor es en el espíritu por el mal que se ocasiona la otra persona a la hora de hacer lo que hace, porque a mí no me cambia lo que en esencia sé, que es que debo vivir en amor.

El espíritu es quien sufre por el dolor del otro. El ego sufre por sí mismo.

Cuando alguien hace algo y a partir de lo que hace siento dolor, la tendencia natural de la personalidad es culpar al otro por lo que hizo, por lo que dijo, porque por su actitud salí sufriendo y no lo merecía. Haciendo el trabajo interno es que tenemos que buscar nuestro equilibrio, nuestro centro, para desde ahí tratar de encontrar el equilibrio en conexión con los demás.

Tengo que ponerme a trabajar y a buscar qué es lo que reacciona en mí ante lo que el otro hace, no querer encontrar culpables  para sentir alivio. No debo quedar resentido con la persona pensando que debo hacer justicia queriendo poner orden y decirle las cosas como son o enfrentarla para que sepa el dolor que está ocasionando, sino ver qué reacciona en mí.

Muchas veces me siento  herido porque no tengo equilibrio interno. Cualquier cosa que los demás hacen que no sea comprendida o aceptada de manera consciente, me desestabiliza. Al sentirme mal en ese desequilibrio busco culpables y eso me trae alivio.

Si sigo viviendo con esta naturaleza en mi interior que me lleva a reaccionar ante lo que los demás hacen, difícilmente me encuentre en situación de poner amor para ayudar a quien obra desequilibradamente. Tengo que responder amorosamente a todo tipo de contacto, sea agresivo o amoroso. Si no nunca salimos de esto, que es estar del lado que nos conviene, cuando nos resulta más fácil.

Daniel Ferminades

** El siguiente artículo fue compartido en  la Revisa Yoga+  Argentina – Mayo 2017 ver  publicación