Hay que trabajar para conseguir un mundo en donde todo lo que llegue de la naturaleza sea en armonía y en paz.
Somos parte de la naturaleza. Lo más cercano a ella son nuestros cuerpos de expresión, pero nuestro espíritu pertenece a un mundo mucho más elevado que esta naturaleza con la cual interactuamos.
El primer servicio, el más importante y cercano, es poner en orden nuestra propia naturaleza para estar en paz con la que nos rodea. Podemos intentar hacer algo por ella defendiendo la flora y la fauna de un lugar, o educando para que las personas no tiren basura, pero si cuando volvemos a nuestra casa discutimos con quien convivimos y no estamos bien en nuestro interior, seguramente desde ese lugar no podremos hacer bien nuestra tarea.
Para poder ocuparnos de la naturaleza, nosotros tenemos que estar bien. Podemos llevar las dos cosas adelante, es la mejor manera de ayudar a la naturaleza en su tarea de acompañar a toda forma de vida en su proceso evolutivo.
Vemos el carbón extraído de una mina, si tuviésemos la paciencia de esperar un millón de años, con la condición adecuada, se convertiría en diamante. Un diamante es valioso, un carbón no vale nada, son lo mismo solo que el tiempo lo cambió y modificó, dándose las condiciones adecuadas de presión, temperatura y tiempo. En nuestro caso también necesitamos de tiempo y de condiciones adecuadas, y no siempre la naturaleza y el entorno nos favorecen. Cuando está tormentoso tendremos que buscar las condiciones o acostumbrarnos a agradecer por lo que tenemos, por la vida, que es lo más importante y valioso para seguir adelante.
Si vamos por la vida atendiendo las necesidades de la naturaleza que nos rodea para tratar de cuidarla y ayudando a que los demás se concienticen de que así debe ser, podremos llegar mucho mejor a cumplir con nuestra tarea y misión a partir de lo que irradiamos.
El cambio comienza en lo individual
Si no tomamos conciencia en nuestro interior del orden que debe haber en la naturaleza, y no aprendemos a cuidar la nuestra como parte de ella, no irradiaremos lo que hace falta para llegar a la vida de las demás personas y ayudarla en sus procesos. Si realizamos esta tarea podremos ayudar y servir mejor.
Hay movimientos a nivel mundial que están trabajando para ayudar a concientizar sobre lo que las personas están haciendo en el planeta y es muy loable, pero el cambio comienza en lo individual creciendo interiormente, poniendo orden en nuestra propia naturaleza y controlándola.
Hay que trabajar para conseguir algún día un mundo en donde, de parte de la naturaleza, todo llegue en armonía y en paz, no a través de tormentas.
Cuando meditamos, porque sentimos la necesidad de encontrar paz o de vivir ese momento íntimo en silencio, salimos reconfortados y regocijados por la experiencia, pero cuando nos cruzamos con una persona que normalmente nos molesta, perdemos la calma y la paz que habíamos logrado en la meditación. Tenemos que aprender a conseguir constantemente ese estado y para eso hay que sostenerlo.
Nada de lo que se adquiere o se conquista espiritualmente se sostiene solo, hay que sostenerlo con atención. Si aprendemos que debemos estar atentos a poner amor en todo lo que hacemos y a ver qué es lo que nos moviliza a actuar, muchas veces veremos que nos mueven intenciones egoístas, fines y propósitos personales que no consideran a los demás. Si no surge naturalmente sonreír y poner amor, tendremos que esforzarnos por hacerlo. Cuando estamos ante los que amamos, ante quienes nos agradecen y reconocen, nos resulta fácil, pero ante quienes tienen diferencias en la forma de llevar su vida adelante, no lo logramos naturalmente. Esto también es control de la naturaleza, poner orden.
Vivir en amor
Siempre tenemos que obrar en amor tratando de evitar tempestades, porque en la tempestad nuestra vida, nuestro accionar, se pone en peligro. Debemos tratar de ir en orden, no importa lo que los demás hagan.
Si nos acercamos en calma ante quien está en tempestad, hay una posibilidad de que nuestra calma le ayude a encontrar la suya, o que nosotros perdamos la nuestra si no hacemos un esfuerzo por sostenerla. Al principio es un esfuerzo, porque no es espontáneo, pero cuando comenzamos a entender lo que esto significa y lo que hay que hacer, empezamos a sentirlo como parte de nuestra naturaleza. Luego de un tiempo deja ser un esfuerzo porque lo sentimos, lo entendimos, nadie nos forzó ni quiso cambiarnos, sino que nos dispusimos a producir un cambio.
Nuestros vehículos de expresión, el cuerpo físico, el cuerpo emocional y el cuerpo mental, de alguna manera representan lo que son cada uno de los reinos inferiores: el mineral, el vegetal y el animal.
Para poder controlar la naturaleza con amor nos corresponde a nosotros controlar la propia, para que en el universo interior exista una paz que pueda sostenerse eternamente.
Es el tiempo de tomar decisiones.
A veces el camino será llano y amplio, y otras veces se presentará delante una montaña que, si no la vemos con amor, parecerá infranqueable, pero es el amor el que hace que todo sea posible.
Es la fe la que mueve montañas, entonces utilicemos lo que hemos aprendido para favorecer nuestro avance y evolución, y en lugar de estar tan pendientes de lo que están haciendo los demás, estemos más atentos a lo que podemos hacer nosotros para colaborar.
Cuando vivamos en amor, nuestra naturaleza se equilibrará y habrá un orden. Con el tiempo, comenzaremos y aprenderemos a amar esas decisiones incorporándolas a nuestra naturaleza y a nuestra realidad. Esto nos alejará de ciertos ámbitos, llegarán cambios a nuestra vida que veremos como naturales y necesarios porque estaremos haciendo una selección, viviendo desde esa realidad porque entendemos que así debe ser.
Cuando crezcamos en la comprensión del valor de ese amor, él nos llevará a estar más atentos a la necesidad, y cuando entendamos que nuestra vida es un trabajo y aprendamos a amarlo, estaremos poniendo el amor de manifiesto.
Daniel Ferminades
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