El libre albedrío existe, por eso podemos tomar decisiones de cómo seguir el camino, cómo encararlo, en qué momento y de qué manera. Nos brinda muchas libertades, siempre partiendo desde la vida que nos da Dios sin pedir nada a cambio.
Desde el libre albedrío tenemos que entender que muchos caminos hemos buscado, muchos caminos hemos seguido, muchas decepciones hemos tenido y nunca hemos alcanzado aquello que nos trae la paz eterna. A través de toda esta experiencia comenzamos a darnos cuenta de que el único camino que realmente trae la conciencia que nos sostiene en la vida eterna, es el del amor, no hay otro.
Viviendo en ese camino de amor y conciencia, encontramos dentro nuestro esa paz que es eterna. No está afuera, está en nosotros. Cuando crecemos en ese amor, él nos ilumina. Ese amor nos pide y necesita ser a través de la vida de los demás. A partir de ese momento se expresa el Yo superior.
El yo inferior nos llevó a encontrar la paz personal, pero el Yo superior nos pide ser a través del prójimo porque entiende nuestra unión como hermanos. Comenzamos a darnos cuenta de que es mucho mayor el regocijo del amor a la hora de brindar, que a la hora de recibir.
Cuando crecemos en ese amor, queremos estar en donde hace falta. No es que se camine para querer ascender, trascender y desligarse de todo, se quieren trascender las cargas personales para poder ayudar y asistir a los demás.
La compasión nos lleva a considerar el dolor de todos, esto debería ser normal en la vida de cada uno de nosotros.
Daniel Ferminades