El poder creador de la palabra y el pensamiento

Al amor se lo entiende como el verbo de revelación. El verbo crea. 

El verbo de Dios crea desde la divinidad todo lo conocido y lo no conocido. El verbo del hombre también crea. Somos su imagen y semejanza. Cuando creamos desde una vida muy afectada o guiada por el ego, la creación que conformamos está llevada adelante desde la oscuridad de la ignorancia que tenemos. 

Somos responsables de nuestras creaciones.

¿Quién se hace cargo de la creación? Siempre su creador. Dios se hace cargo siempre de su creación y Él está comprometido por la eternidad en acompañarla amorosamente. Nosotros, también estamos comprometidos a hacernos cargo y responsables de nuestra creación. 

Cuando creamos inconscientemente, generamos más deudas que riquezas porque dejamos de lado las cosas que son más profundas y cercanas a la esencia, por correr detrás de lo  efímero y pasajero. Hay cosas importantes en la etapa material que estamos transitando, pero a veces las situamos por encima de lo esencial. Ese desorden que tenemos o ese mal uso de las energías, genera y trae deudas. 

El verbo no se refiere solo a lo que sale por la boca, también es verbo lo que pensamos, porque, en definitiva, antes de hablar, se piensa. Los pensamientos también forman parte de ese verbo. A veces no se manifiesta algo verbalmente, pero sí se lo piensa y eso también es una creación. Creamos en el plano mental, emocional, y también en la forma física. 

Para construir cosas materiales existe una idea previa, una inteligencia, personas que, utilizando y uniendo sus inteligencias, dan forma a algo que resultará útil para la sociedad. Hubo una creación mental y una emocional; mucho verbo presente. 

Siempre hay creación. Y ¿quién es responsable de ella? siempre su creador. Aunque esa creación, por inconsciencia, haya alcanzado a dañar a otros aun sin intencionalidad, el hecho es que lastimó y su creador es responsable de ese desbalance, de ese dolor. 

Subsanar los errores

Visto desde los cielos resulta claro, se ven energías que circulan por senderos que tienen un punto de partida y un objetivo de llegada. Se ve de dónde viene aquello que está afectando y se intenta subsanarlo. No para castigar a quien lo generó, sino para que aprenda de lo que ha hecho. 

El karma no viene como un castigo y porque golpee se salda la deuda, tenemos que aprender. Un golpe no  enseña, el dolor y el padecimiento en sí no enseñan, tenemos que rever los actos  y por qué recibimos ese dolor.

Si aprendemos y nos damos cuenta de que hemos hecho mal, allí entra la conciencia, dependiendo de la fuerza que tenga, a tomar las riendas para evitar que vuelva a suceder. Entonces se asume el compromiso de no volver a actuar mal. La intención siempre es que aprendamos. 

El verbo siempre crea. 

El verbo creador es el verbo de Dios, es el amor, pero también en nosotros está presente ese amor, y también está presente el verbo. Podemos agredir a una persona con palabras y luego arrepentirnos y pedir disculpas. Si verdaderamente hay arrepentimiento, no lo vamos a repetir.

Cuando nos arrepentimos en el momento pero no vemos que en nosotros está la fuente que genera esos desbalances y que dependen de nuestro estado emocional, reaccionamos agresivamente tratando de devolverle al otro, de castigarlo por algún dolor que nos ocasiona o alguna molestia que tenemos. Si yo no aprendo, por más que pida disculpas, la situación no cambia y disculparme no va a traerme un gran alivio. 

La mente se alimenta a través de los sentidos

Todo tiene que ver con el verbo que manejamos en nuestras expresiones y a nivel mental. Procesamos mucha información en nuestra mente. Hoy las redes sociales nos permiten acceder a ella en cualquier lugar del mundo. Manejamos mucha información de manera muy irresponsable y a veces contaminante. Consumimos cosas que en verdad no necesitamos, y eso que cargamos, que parece no merecer importancia, es algo que luego tenemos que sacarnos de encima.

La mente se alimenta a través de los sentidos, si no cuidamos lo que consumimos a través de ellos, la mente se contamina, se indigesta como el estómago, pero con la excepción de que el cuerpo físico tiene cómo eliminar aquello que lo hiere o lo sobrecarga; en cambio, para la mente no es tan fácil sacar de sí lo que tiene dentro.

Aprender es fácil, desaprender no es tan simple. Para desaprender, para quitarse lo innecesario de la mente, primero hay que distinguir qué es necesario y qué no.  Y, el hecho de distinguirlo, no lo hace más fácil, porque quitarlo es ir en contra de una estructura que ya ha tomado forma en nuestra mente. Tiene su grado de complejidad, de trabajo y es una constante.

El cuerpo necesita descansar para recuperar fuerzas para nuestro trabajo cotidiano, pero la mente no descansa nunca. Cuando estamos soñando, ¿Quién construye esas formas? La mente constantemente está trabajando. Si a mi vida en vigilia la vivo lo más conscientemente posible, con respeto por toda vida, cuando vaya a descansar mi cuerpo podrá hacerlo, pero mi mente seguirá conectada con ese propósito de respeto y no estaré divagando ni mi mente será libre de hacer lo que quiere.

(AJ 200526)