Salir del engaño ¿ a quien realmente daña mentir?

No decir la verdad resulta fácil para aquel que no diferencia el amor del egoísmo.

La mentira genera diversas consecuencias en nuestra vida. Estas dependerán de la frecuencia con la que se miente o cuán profundo ha calado en el corazón el engaño. Algunas personas lo hacen porque crecieron en un ambiente en el que esto era normal y natural.

Los niños aprenden observando a los adultos y si bien los padres normalmente no le enseñan a mentir a sus hijos, cuando ellos lo hacen, aún sin darse cuenta sus hijos están aprendiendo, tomando lo que ven de sus padres ya que son su referencia.

En una persona que es mentirosa porque creció pensando que eso es correcto y nadie le aclaró que no corresponde hacerlo, esto tiene un peso diferente.

La Ley Divina siempre está tratando de traer orden por el bien de todos porque, aunque nos cueste observarlo, quien más se daña es aquel que no se maneja con la verdad. El que engaña es quien tiene que vivir con esa realidad de no ser sincero. Aunque dañe a otras personas lo que ellas tienen que cargar no es nada comparado con lo que tiene que cargar quien ha sido generador de la mentira.

El dolor que una persona puede sentir cuando es defraudada o entiende que le han mentido, tiene que quedar a un lado intentando darle espacio a la compasión para ver qué es lo que puede hacer por aquel que miente para que entienda que lo que está haciendo está mal.

No siendo sinceros vamos dejando de lado el trabajo que tenemos que hacer.

Aunque no queremos verlo así, estamos muy acostumbrados a mentir. Lo hacemos cuando no decimos lo que pensamos, cuando no decimos lo que vemos. Mentimos cuando nos disfrazamos o tratamos de ocultar nuestra realidad mostrando otra cosa. Lo hacemos de muchas maneras y hay quienes lo incorporan de tal forma, que es una costumbre. Así llevan adelante su vida y de esa manera, a veces, obtienen atención o consideración sobre ellos. Intentan darle a entender a los demás algo que no es cierto sobre sí mismos dibujando un personaje y mintiendo por donde quiera que marchan para sostener esa imagen.

No manejarse con la verdad resulta fácil para aquel que no hace diferencia entre su ego y su espíritu, entre el amor y el egoísmo. Para aquel que no hace esa distinción, no la valora, no sabe poner las cosas en orden y en su lugar, la mentira es una herramienta que tiene a mano para resolver muchas situaciones sin tener que enfrentar, sin querer asumir la realidad ni entender que hay cosas que tiene que cambiar. Entonces de esa manera, va siempre dejando a un lado el trabajo que tiene que hacer.

Para salir de la mentira tenemos que asumir lo que somos.

Hay muchos motivos por los cuales no se es sincero. Muchos mienten desde pequeños y aún de adultos lo siguen haciendo. Es complejo el ser humano. Hay un tiempo en el que somos niños y le tememos a la oscuridad, y hay un tiempo en el que somos adultos e inexplicablemente le tememos a la Luz.

Podríamos estar en la Luz en la que todo es claro, pero allí la mentira se hace visible, por ello muchos no la quieren, por temor a tener que exponer la realidad. Sin embargo, Dios no quiere avergonzar ni exponer a nadie acercando Luz a su vida, nosotros tenemos que traerla y asumir la realidad.

Para salir de la mentira tenemos que asumir lo que somos. Hay muchas personas que no quieren asumir lo que son y viven engañándose y engañando a otros, sin embargo cuando lo hacen primero se mintieron a sí mismos, y si lo entienden y aun así tienen la intencionalidad de seguir haciéndolo, seguramente es para defender alguna debilidad o una riqueza que en este mundo consideran de valor y no quieren perder o dañar. Esas personas son dignas de compasión como todo aquel que yerra.

Cuando vayamos entendiendo el amor en sus verdaderas dimensiones, cuando vaya purificándose cada vez más en nuestro corazón y veamos que es la Luz de nuestra vida, esto nos va a conducir justamente a donde el engaño, la mentira, la infidelidad y la maldad están presentes, es decir a donde hace falta el amor. Así nos vamos a ir acercando y veremos con otros ojos sin sentirnos dolidos por lo que nos han hecho, sino sintiendo más dolor por quién miente, por lo que se hace a sí mismo. Si yo soy inocente tendré que pasar un momento de dolor pasajero hasta que la compasión llegue a mi vida y entienda que no era para mí porque fue injustificado, pero esa persona tendrá que vivir el resto de su vida con lo que ha hecho o tal vez siga haciendo. Es esa persona quien realmente necesita más atención, cuidado y amor.

Daniel Ferminades

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