El origen del ego es casi tan viejo como el hombre. El yo en alguna medida fue concedido por el propio Padre para que nos podamos identificar como individuos que forman una parte del Todo.
Necesitamos ese yo porque somos una esencia espiritual, imagen y semejanza del Creador que tiene que tomar Conciencia de sí y necesita religarse con su Creador de manera consciente, viviendo en Amor desde los planos más bajos de la Creación, que es la propia materia. En el mundo de la materia se necesita de ese yo para tener una identidad y como individuos poder identificarse con ese Todo.
Tenemos un yo inferior y un Yo Superior y somos una Esencia Espiritual.
El yo inferior nos ayuda a poder relacionarnos y conectarnos de manera amorosa a través de nuestros sentidos, de nuestra Conciencia, de nuestro Corazón, con el mundo material para conocerlo a Dios en toda esta dimensión.
Cuando trascendemos esto, porque el Amor nos religó con todo ese entorno, es que podemos ascender a un plano superior en donde hay un Yo Superior que nos permite conectarnos con una realidad superior, a través de la cual deberemos ir religándonos con el Creador, manifestando el Amor de manera más pura y perfecta.
Al trascender el Yo Superior se entra en aquel plano que se le conoce como el Nirvana, en donde se deja de ser individuo para ser una parte de ese Todo.
El Todo está conformado por las partes, mientras viva desde mi yo, seré una parte.
Cuando el hombre empezó, como imagen y semejanza del Creador, como yo, a poner amor sobre las cosas que son del mundo y dejó de atender el Amor Divino, prestando más atención a el amor por la materia, por el placer, por la satisfacción, por todo lo que da frutos en el momento; dejó de atender y de crecer en la Voluntad de su Creador y empezó satisfacer la propia. Desde ahí creó egos, que son los que lo conectan con esta realidad.
Esta creación defectuosa del hombre es por falta de Conciencia, por no vivir el Amor en forma pura sino de manera egoísta, queriendo adueñarse, queriendo poseer, queriendo tener placer, satisfacción, bienes y seguridad dentro de este mundo. El ego nos lleva a vivir como individuos separados del resto y separados del Todo; formando parte de ese Todo, pero creando sus propias leyes y su propio mundo.
Esta creación egóica es del hombre, y es el hombre quien debe renunciar a ella, dejando de alimentar y disfrutar de los placeres que el ego le brinda, para así ir tomando conciencia de su divinidad.
Daniel Ferminades
Extraído del encuentro ¨Verdades Develadas desde la Conciencia¨realizado en la ciudad de Capilla del Monte Córdoba, Argentina. Noviembre 2012 (121125 2)