La oración es un momento de comunión que como hijos podemos tener con el Creador. Sin embargo, no tiene mucho valor cuando se toma como un compromiso para poder acercarse a Él, porque en realidad lo que se está invocando no es algo que se lleve a la práctica a lo largo del día. Esa oración no tiene la fuerza que podría llegar a tener aquella que está hecha por alguien que se compromete con la enseñanza y con la vida.
La oración es muy importante, pero también son importantes los hechos. Cuando estoy haciendo lo que debo, mi vida se convierte en una oración porque estoy haciendo lo que Dios manda,que no es ser perfecto, sino que es hacer lo que voy entendiendo. Si entiendo que hasta ayer hacía algo que estaba mal, tengo que dejar de hacerlo. Comprometerme con lo que voy entendiendo y poner atención para sostenerlo y llevarlo adelante.No por haberlo hecho bien en el momento en que lo entendí, puedo luego hacer lo que quiera. A partir de haberlo comprendido, siempre tengo que hacerlo bien. Ese hecho, también es una oración para el Padre.
Cada uno tiene que hacer de su vida una oración de alabanza hacia Él poniendo en práctica lo que ha ido aprendiendo. Es toda la vida consagrada a ese amor, en las circunstancias en las que nos toque vivir.
La vida es el camino y la vida vivida con amor es la que nos conduce hacia el Padre. Debemos poner amor en toda situación. En donde estemos al amor hay que encarnarlo, tiene que formar parte de nuestra vida y manifestarse. El mundo necesita ese amor expresándose.
Todo eso es la oración, es parte de tomar conciencia de lo que estamos haciendo. Todo tiempo que le dediquemos, es un tiempo que de alguna manera estamos prestando atención al Padre, a buscar una comunicación, y es válido. Cuanto más tiempo de comunicación tengamos, más podremos afinar ese contacto, pero también tiene que ir de la mano de un obrar diario en sintonía con esa oración que estoy elevando. El Padre no creó a los hijos para tener quien lo alabe,no es lo que está queriendo. Lo que quiere es vernos felices, y sabe que solo podremos serlo viviendo a través de su amor.
A la mayor parte de las personas se les dificulta entender que Dios es simple, que es luz. A muchos les cuesta acercarse a ella porque no quieren exponer lo que tienen en la oscuridad. Sin embargo, ante el Padre no nos deslumbra su luz, nos avergüenza nuestra miseria porque nos lleva a ver lo que somos. Eso es lo que hay que cambiar, lo que somos en la oscuridad, y ser más luminosos y amorosos.
Cuando estamos en sintonía, hay muchas cosas que dejamos de necesitar como herramientas o medios para llegar, porque en realidad ya lo hemos hecho parte de nosotros. Cuando Dios está en el corazón no hay que hacer oración, “está en el corazón”,tenemos que ver que pueda expresarse sin limitaciones ni trabas personales. Si ordeno mi interior, Él se expresa y se manifiesta. Eso es de valor, es importante a su debido tiempo y para cada quien.
No hay que dejar de lado nada que nos corresponda hacer como tarea y que entendemos que necesitamos. Si vemos la necesidad de acudir a la oración para poder hacer un contacto o para obtener de alguna manera esa comunicación o comunión, ese será el camino que tomemos. En la medida en que uno va haciendo ese contacto, empieza a ser más simple.
En definitiva, es tomar con naturalidad lo que es natural del espíritu. Cuando así lo tomamos, no hace falta acudir a ningún medio extraordinario para entrar en contacto por que ya somos parte. Eso no nos hace perfectos, sino que podemos tener esa comunicación y esa confianza.
El Padre nada oculta, hay cosas que tal vez están veladas. A veces pedimos algo que no recibimos y no entendemos el porqué. Pero tal vez lo que estamos pidiendo, no sea lo que merecemos o necesitamos.
Cuando uno actúa según lo que brota del corazón poniendo el mayor amor posible -aun con esfuerzo y no haciéndolo de la mejor manera-la oración es incienso que llega al Padre. Es un perfume que se eleva al Cielo y atrae su atención, vale más que cualquier oración hecha que repitamos. Cobra mucho valor la oración que construye cada uno, de acuerdo con el momento que está pasando y a la necesidad o realidad que está viviendo.
Daniel Fermiandes