Si queremos vivir en paz lo podemos lograr mejorando nuestra realidad. Y la realidad es que hoy no estamos sembrando lo que queremos cosechar en un futuro.
En lugar de vivir haciendo proyectos para un futuro mejor, que más que proyectos son sueños, seamos más realistas y empecemos a ver que un mundo mejor es hoy.
Si entiendo que un mundo mejor es un mundo de amor, hoy tengo que vivir en amor. No importa lo que el otro haga conmigo, o con qué moneda me vaya a pagar, o hasta si va a ignorar lo que le acerco, lo importante es lo que yo tengo que dar y compartir de mi corazón. Y cada vez que nosotros estamos compartiendo del corazón, lo podemos acercar, se hace posible que llegue al corazón del otro, porque el corazón no tiene la estructura que tienen nuestras mentes.
Para poder vivir en paz hay que estar en paz con la conciencia, para poder tener la conciencia en paz hay que obrar como corresponde, hay que ser jueces de nuestros propios actos, hay que dictar sentencia sobre nuestros actos equivocados y hacer justicia, modificar el mal en nosotros, convertir todo espacio y todo tiempo en un bien al que dedicamos nuestra vida.,
Solamente el camino del amor es el camino de luz.
En este mundo, si cada uno de nosotros nos dedicáramos a trasmitir el amor que está en el corazón de todos, todos inmediatamente, instantáneamente estaríamos recibiendo el amor que muchas veces buscamos, pero que no recibimos porque no entregamos.
Entonces, si no hay paz es porque los hombres no trabajan para conseguirla, y hay una realidad, es muy difícil encontrar unión y sumar fuerzas entre las personas que quieren alcanzar ese objetivo de paz.
Si organizáramos un gran banquete donde pudiéramos comer todo, probablemente habría muchas personas; si estamos hablando de construir un mundo mejor, y crecer en espíritu y trabajar para enfrentar nuestras debilidades para ayudar al prójimo sin condiciones, sin esperar nada a cambio, no hay tantas personas, y de camino van quedando muchos.
A quienes den inicio a ese movimiento les resultará más difícil, y sobre todo entender que alcanzar la paz interior cuesta trabajo. Hay muchas personas que están queriendo que el mundo tenga paz cuando ellos mismos no la tienen, y es difícil que lo puedan conseguir porque no depende de uno, sino que depende de cada uno. Difícilmente pueda hacer mis aportes cuando yo mismo no tengo la experiencia. Entonces no es sabio el que lee mucho, es sabio aquél que pone en práctica lo poco que sabe. La sabiduría se alcanza en acción, puedo leer el manual de cómo nadar, pero hasta que no entro al agua no termino de cerrar ese ciclo de conciencia. Nos está faltando la práctica, el trabajo, el poner de manifiesto.
¿Creo en la paz, la he podido alcanzar? Eso tendrá cada uno que respondérselo, y si no he podido alcanzarla. ¿Cómo hago para poder conseguirla? siendo sincero conmigo mismo. Tengo que asumir todo lo que soy, cuando me mire al espejo con sinceridad no veré solo lo que quiero ver, veré todo lo que es en mí. Y voy a ver muchas cosas luminosas, pero también muchas otras que son oscuras, que son turbias, que son dirigidas más desde mi ego que desde mi ser. Entonces ¿Queremos seguir viviendo en este desequilibrio, ser personas amorosas los domingos en el templo, pero inmediatamente salir y llevarnos mal con el de al lado?
Si queremos vivir en paz, tiene que haber equilibrio en nosotros. Es vivir en paz, no vivir en paz cuando quiero, es vivir en paz, vivir una vida eterna en paz. Es hacer todo el esfuerzo que esté a mi alcance por sostener la paz que hay en mi corazón, en y a través de mis obras, y por estar siempre presente en paz en medio del disturbio, para poder ser esa paz que hace falta; a veces en silencio, a veces con palabras o tomando acción de acuerdo a la necesidad, pero buscando de ser.
Muchas personas, en grandes ciudades, no saben el nombre de quién está a su lado, no se conocen ni siquiera a sí mismos. Tengo que salir de todo esto, no esperar que el otro lo haga, comenzar a hacerlo yo. Lógicamente no puedo dar lo que no tengo, no puedo esperar del que no tiene que entregue algo que no reconoce, que no ha visto, que no ha vivido
A quien no tiene amor, amor hay que entregarle. Al pecado hay que verlo como un error y al pecador como un hermano. Entonces tengo que amar al pecador. No amo al pecado, amo al pecador, porque el amor es el que redime. Y empiezo por mí que soy el primer pecador. Reconozco, y cambio esos errores. Esto, todo esto, trae paz.
Daniel Ferminades