Mirarnos sinceramente

Cuando se toma la determinación de cambiar o mejorar, o aún si la tomamos a medias, después hay un análisis que hacer porque puede haber algo que nos moleste, impedimentos o frenos que no nos dejan avanzar.

Sincerarnos con nosotros mismos, trae el dolor de tener que reconocer, por ejemplo, que muchas cosas que vivimos criticando en los demás, están presentes en nosotros, o reconocer que cometemos errores, que atendemos demasiado al ego y le prestamos poca atención a la virtud y a la necesidad de los demás. Todo esto nos habla de un trabajo interno que quisiéramos no tener que asumir.

Vivimos pensando más en descansar que en trabajar. 

Muchas personas trabajan para tener un buen descanso a fin de año, pero, en definitiva, no es que se esfuercen por construir en general y por hacer para los demás, sino para poder tener más tiempo o más dinero para descansar mejor. 

Si miramos nuestro interior, vamos a ver que hay muchas cosas que están mal y que los únicos que podemos cambiar esa realidad, somos nosotros. Esto nos habla directamente de un trabajo personal y por ende de más trabajo. 

Nosotros quisiéramos, luego de haber trabajado tantas horas para sustentarnos, llegar a casa a descansar, pero en el trabajo interno no hay descanso. No solamente trabajamos los egos en el trabajo físico, también los trabajamos en casa, y hasta el momento de ir a descansar y, si somos conscientes, seguiremos trabajando hasta en los sueños. Allí enfrentaremos cosas que en la vida diaria no podemos enfrentar, pero como nos apasiona esa tarea de ir creciendo amorosamente, la abrazamos y la llevamos hasta el mundo de los sueños para seguir trabajando.

Hablar de trabajo parece algo pesado, doloroso o a lo mejor se justifica hacerlo sólo por un buen salario. Pero en este caso, el trabajo interno traerá como recompensa paz y tranquilidad; paz para la conciencia de todos, no tan solo una paz personal. Sin embargo, a la mayoría le cuesta pensar en hacer un esfuerzo y un sacrificio para todos. Muchos ni siquiera están dispuestos a hacer un sacrificio por su propia necesidad, mucho menos van a pensar en los demás. Son realidades que tenemos que conocer y esquemas que tenemos que romper.

Ser jueces de nuestras acciones

Es necesario que seamos sinceros con nosotros mismos. Si vamos a ser jueces, debemos ser los más severos con nosotros mismos, no con los demás. No podemos juzgar ni sentenciar ante la vida de los demás, pero sí juzgar nuestros propios actos y sentenciar sobre ellos, pronunciar un dictamen. Es una decisión que hay que tomar y un hecho que hay que concretar. Si distinguimos que algo está mal, no tiene que ser más. No basta solo con saber, tenemos que dejar de hacerlo. 

Sin embargo, una cosa es entenderlo y otra es llevarlo a la práctica. Para hacer esto posible, cuando se da la situación en la cual podemos ponerlo en práctica, es momento de sacar esa fuerza de nuestro corazón para enfrentar al ego que se opone. Entonces ponemos el límite, no alimentamos más al ego y le damos cabida al corazón. En la medida en que vayamos abriendo ese camino, dándole al corazón la posibilidad de expresarse, esto, que a lo mejor en un inicio  -como algún maestro dijo- sea como el filo de la navaja, se convierta en una amplia avenida por donde caminar.

Abrirle camino al corazón

Se empieza por una primera acción, luego otra y esto siempre se da en el momento presente. Entonces, debemos estar atentos a que eso se pueda dar porque en buena parte del día estamos obrando desde el ego y esto se sostiene por nuestra desatención y porque no lo vemos como ego. 

Dedicamos más tiempo a ver qué hace el otro cuando lo más productivo sería ver qué estamos haciendo nosotros. Si cada uno observara lo que hace en su propia vida, no haría falta estar viendo tantos errores ajenos, porque quien se observa a sí mismo y siendo el único que puede modificar lo que ve, si se propone cambiarlo, estaría mejorando lo que el otro pueda ver de uno. 

Una persona que busque seguir un camino espiritual, de autoconocimiento y autosuperación, ante miles o millones que no lo hacen, se verá sobrecargada de trabajo y encontrará muchas dificultades para llevar esto adelante. En primer lugar se encontrará con la falta de comprensión ajena respecto de lo que hace, y muy probablemente, a juicio de los demás, merezca un chaleco de fuerza y ser encerrada porque es la única, en medio de tantos, haciendo algo que es en servicio desinteresado, cuando la mayoría busca el interés personal.  

Aunque el mundo es grande y hay mucho por hacer, también es cierto que somos muchas personas y si cada uno hiciera lo suyo, se aliviaría mucho el trabajo para todos y nadie estaría sobrecargado.