La docencia desde una perspectiva diferente

Un aula constituye una posibilidad. Un niño que acompañar, un joven que observa y busca un ejemplo.

Soy docente hace 16 años. Con el paso del tiempo, he mirado hacia mis 18 años, cuando tuve la posibilidad que muchos no tienen, de elegir una carrera. No deja de sorprenderme que una decisión tomada siendo tan joven, aún hoy tenga vigencia para mí, tantos años después.

Sin embargo no pocas veces he puesto en crisis mi tarea cotidiana.

La primera vez que cuestioné esta profesión lo hice, como casi todos, evaluando el tiempo de trabajo en contraste con el salario.

La segunda gran crisis fue darme cuenta que ninguna asignatura está distanciada o separada de las otras y que por lo tanto, aún tenía muchísimo por aprender si quería asomar apenas a mis alumnos al mundo de la ciencia a la que también he puesto en crisis.

Hace medio siglo que las «verdades» científicas son tomadas como válidas sin más discusión que la de la misma ciencia. Sin embargo, estas verdades, queda endebles muchas veces. Palidecen frente a la majestuosidad de nuestro planeta o a la delicada perfecta armonía de cada célula.

Cambiar esta mirada generó en mí una gran crisis. Tuve que ser un poco osada para abrir este panorama histórico frente a mis alumnos sin desestimar los avances de la ciencia, pero atreviéndome a hablarles de la importancia de la consciencia en la investigación científica y de los interrogantes que aún están abiertos para ella. Dejé de afirmar teorías como verdades, para invitar a cuestionar en el sentido más importante de esta acción, porque descubrí que enseñar a cuestionar abre la puerta de la propia inquietud y nos mueve a crecer apoyados en nosotros mismos.

Cada crisis llegaba de la mano de batallas personales que me acompañaban al aula. A veces la tarea se hacía difícil. En medio de una de esas crisis personales, descubrí que el Amor abre espacios desconocidos en nosotros, pero también descubrí que para que el Amor se exprese, debo extenderme hacia él.

Toda mi vida entró en proceso de cambio cuando le abrí espacio al Amor. Aún con muy poco cambio personal, nada ha vuelto a ser como era.

Esta nueva forma de ver me permitió comprender que trabajo por un salario, pero que siempre puedo hacer de esa tarea un acto de amor, hacer de un aula un espacio en el que el Amor pueda expresarse. Entendí que aunque puedo estudiar más, siempre lo más valioso a enseñar, es el ejemplo como una realidad concreta.

Un aula constituye una posibilidad. Un niño que acompañar, un joven que observa y busca ejemplo.

Me siento bendecida de haber podido mirar mi tarea desde una perspectiva más holística y soy consciente de que el trabajo interno es la tarea más importante que un educador puede hacer.

Daniela

Mendoza – Argentina